En concreto la suplantación de la identidad de la empresa de transporte para cometer un robo supone el 1.5% aproximadamente, pero pese a su pequeño porcentaje, la preocupación en el sector esta acrecentándose, y es que estos robos se centran sobre todo en mercancías de muy alto valor, haciendo que las perdidas económicas sean muy significativas.
El problema empieza posiblemente en los bajos niveles de seguridad que ofrecen las empresas de transporte en sus comunicaciones online, y es que la ciberseguridad no ha estado en los primeros lugares de las prioridades del sector hasta hace relativamente pocos años. Los sistemas informatizados que utilizan las empresas de transporte son verdaderos “Frankenstein”, una amalgama de distintos programas, gestores de flotas, programas de gestión de envíos, comunicación, facturación o comercial.
Otro aspecto a tener en cuenta también la alta rotación de personal, esto abre una puerto a los amigos de lo ajeno, que utilizando la suplantación de identidad que tan bien hacen con otros sectores como el bancario, no les es relativamente difícil llevar adelante para crear una confusión en los destinatarios, inicio del proceso de suplantación.
Una vez que consiguen esto, pueden “interceder” frente a los transportistas para ordenar una alteración del servicio como una anulación del mismo. Como han logrado un albarán del destinatario, envían a su propia empresa de transporte a retirar la mercancía y una vez cargada, desaparecen sin dejar rastro.
Parece que el sector se esta dando cuenta, sobre todo por el alza de este tipo de delitos el último año en Europa, y se piden grupos de trabajo para consensuar protocolos con las asociaciones de cargadores, cuestión que siempre ayudará, pero es el propio sector el que debe de comenzar por su propia casa, primero reforzando sus sistemas de ciberseguridad así como una monitorización de las tareas del personal más “sensible”, y es que muchas veces el se pone al zorro como guardián de las gallinas.
Carlos Zubialde
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