Mientras todo el mundo habla y comenta los aranceles que ha puesto en marcha el gobierno de Donald Trump, vamos a poner el foco en las cadenas de suministro, y en el impacto que puede suponer de aquí en adelante, porque la realidad es que el panorama tiene tintes de color negro y de máxima complicación.

El primer eslabón será sin duda las cadenas de suministro que enlazan a las dos primeras potencias mundiales, Estados Unidos y China. La escalada de aranceles, si se mantiene en el tiempo de forma consistente, ciertamente supondrá una situación crítica para los productores chinos. Esta situación puede llevar a la reducción de las ventas entre ambos países, y en consecuencia, con la reducción de las mercancías transportadas, la reducción de las líneas más intensas de las cadenas de suministro actuales.

Este seria la primera consecuencia, pero no la única. China, como segunda potencia económica mundial, es primer socio de muchos de los países del mundo, y no es una locura pensar que puede en cierto modo aprovechar la situación para reemplazar a Estados Unidos en muchos mercados. El posible aumento de esta influencia china, conllevaría una redefinición de las cadenas logísticas comparadas con las que hay en este momento.

¿Eliminar la deslocalización como opción?

Otra opción que se esta planteando, es que muchos fabricantes de Estados Unidos que tienen su producción en China o en otros países como México, puedan cerrar esas fábricas y retornar a EEUU, abriendo las fabricas en su país. Este paso supone un cambio también muy radical a nivel logístico, pero la primera consideración que deben de hacer esas empresas es trasladar o no la producción primero a otros países no afectados por los aranceles o directamente hacerlo a EEUU.

Lo cierto es que pese a los aranceles que se han publicado, hay firmas que pese a ello, pese a los aranceles, seguir produciendo en México o China sigue siendo todavía más barato que hacerlo en Estados Unidos en la situación actual. Además, trasladar esa producción a su país supone una serie de inversiones muy fuertes, además de tener un doble peligro, la falta de mano de obra cualificada para ello y las potenciales roturas de las cadenas logísticas con las materias primas. Y tampoco hay que olvidar que muchas de esas fábricas que tienen en el exterior estas empresas americanas, ya no son suyas, son de propiedad china o de los países donde se sitúan, por lo que les pone en una situación comprometida.

Sea cual sea la decisión que tomen las empresas sobre todo americanas, tiene un efecto dominó sobre el resto del mundo. Las cadenas logísticas actuales están interconectadas y son cada vez más complicadas, sobre todo desde el Covid, cuando muchos fabricantes diversificaron sus instalaciones de producción en distintos países para no verse sometidos a lo que ocurriera en un solo sitio, como ocurrió en el 2020 en China, que decreto el cierre de su país dejando a muchas empresas sin poder rescatar sus mercancías y producciones.

Finalmente, no se puede tampoco descartar movimientos logísticos más cortos o de proximidad. Esto ocurrió también después del Covid, cuando industrias como la automoción de Europa, acorto sus cadenas de suministro, trasladando parte de la producción hacia países más cercanos, países «vecinos» de la UE como Turquía o Marruecos, asegurándose ante todo la no ruptura de esas cadenas logísticas.

La verdad es que nadie sabe a ciencia cierta que ocurrirá, es posible que ni el propio presidente Donald Trump sepa que hará en los próximos días o semanas, por eso predecir como se pueden comportar y cambiar las cadenas de suministro, las logísticas y distintos tipos de #transprote, es sencillamente casi imposible. Pese a ello, las dos tendencias apuntadas como el cambio de los balances de comercio mundial y la deslocalización hacia países vecinos, junto con la gestión aduanera de los aranceles, posiblemente serán los puntos críticos de los próximos meses.

Carlos Zubialde

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